miércoles, 15 de febrero de 2017

Populismo y globalización

En estos tiempos, del brexit, la casi desintegración de la Unión Europea y con Donald Trump a la cabeza, hay en el mundo, un auge del proteccionismo y el populismo y un fuerte cuestionamiento al proceso de globalización vigente desde los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher hace más de 30 años. Tanto estos políticos como los economistas que lo sustentaban, daban un mensaje que el libre mercado y la desregulación del comercio mundial, era la base de todo el desarrollo económico. Desde esa época, casi todos los países del mundo se integraron a la ola globalizante, como un mecanismo de integración económica y para aprovechar las ofertas y demandas del mercado mundial. Además se propiciaba las inversiones de la manufactura en países, como China, India o México, para potenciar la competitividad. Es que en estos países, las grandes empresas internacionales de los EEUU, Japón, Corea y Europa, encontraron una gran masa de trabajadores que ganaban un fracción de lo que conseguían sus pares de los EEUU. Esta fue una de las razones principales para trasladar sus fábricas de bienes y equipos a ultramar con los beneficios económicos que representaba el trasplante industrial de gran magnitud. Así desde la década de los 90 del siglo pasado, el mercado mundial se vio inundado por productos hechos en los países asiáticos o México. Sin embargo, esta casi estampida de la manufactura norteamericana, produjo en EEUU, un gran vacío de oferta laboral, que golpeo a grandes masas de obreros, técnicos e ingenieros, que trabajaban en las fábricas de equipos y otros bienes en los EEUU. Es decir la mayoría de estos trabajadores, de la noche a la mañana se convirtieron en desempleados crónicos. Además, no hubo una política educativa para que todos estos desempleados, fueran entrenados y así poder ocupar otros puestos de trabajos en otras industrias y empresas de servicios. Es que la gran mayoría de la población de EEUU, se dedicó a otras actividades ajenas a la producción de bienes y maquinaria. Más bien se aprovechó las demandas de las nuevas tecnologías de la información para dedicarse a los servicios y también a la especulación financiera. Desde ese entonces, hace más de 25 años, todos los bienes y productos usados en el gran mercado norteamericano procedían de China, México u otro país asiático. Es que los industriales norteamericanos, exportaban temporalmente los componentes de sus productos para ser ensamblados y terminados en los países antes citados. Por ejemplo los productos electrónicos de todo tipo, son diseñados y patentados en los Estados Unidos, pero su ensamblado y terminado se hacía en China o México. Luego se exportaba a los mercados mundiales, en especial al norteamericano, con la calidad exigida y a precios competitivos. Sin embargo la brecha del desempleo en EEUU a causa de este proceso globalizante, afecto a millones de norteamericanos provocando una gran crisis laboral. Esta situación social, fue aprovechada por Donald Trump, para captar a millones de sus compatriotas que no tenían trabajo, por falta de fábricas e instalaciones industriales. Trump, ha sabido captar esta realidad social y con su discurso en favor de que vuelvan las industrias, especialmente norteamericanas a funcionar en los EEUU y a su clara posición proteccionista, como es la salida de los acuerdos internacionales que propiciaban el libre intercambio y subiendo los aranceles a los productos importados de China o Mexico, da un severo golpe a la ola globalizadora. Pero en el mundo ha salido al encuentro de este proteccionismo trumpista, el líder de China, Xi Jinping, quien está en contra de todo tipo de restricciones al comercio internacional. Más bien propone que se intensifique este intercambio industrial y comercial, porque según Xi, es la mejor forma de asegurar un crecimiento económico mundial. Sin embargo, estas dos posturas en liza, tienen sus adherentes y críticos. Por un lado, el proteccionismo norteamericano, ha conseguido que muchas empresas manufactureras empiecen hacer millonarias inversiones en suelo norteamericano para dar trabajo a los desempleados. Pero surge un gran problema que son los costos de producción. Un obrero norteamericano gana mucho más que sus pares de China o México. Entonces para hacer competitivos los productos producidos nuevamente en EEUU, se hace necesario automatizar y robotizar la mayoría de los procesos productivos. Es decir que el remedio puede ser peor que la enfermedad, porque estas tecnologías hacen drásticos recortes de mano de obra. Esto significa que no será posible a Donald Trump, cumplir sus promesas de dar trabajo a millones de sus compatriotas que están en paro actualmente. Además la estampida de factorías de China y México, principalmente, puede servir de base para la creación de empresas manufactureras chinas o mexicanas, para producir bienes industriales equivalentes a los que van a producir los norteamericanos con la ventaja real de los menores costos de mano de obra. Pero esta perspectiva, arroja como conclusión y contradicción, que Xi Jinping, presidente y secretario general del partido comunista chino, sea el defensor de la globalización mientras Donald Trump, presidente de un país que siempre ha defendido el libre mercado, sea ahora el defensor del proteccionismo, el populismo y de las consiguientes restricciones del comercio mundial. Por Manuel J. Villanueva Consultor Internacional Blog: www.majevic.blogspot.com

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