lunes, 19 de diciembre de 2011

La ignorancia de los políticos

Corría el año 1947 y los humos de la Segunda Guerra Mundial, todavía no se apagaban, trayendo una verdadera paz al mundo. Al contrario, se habían iniciado la llamada Guerra Fría, llamada así por el entonces primer ministro británico Wiston Churchill. Esta confrontación, era entre los antiguos aliados, que vencieron a Hitler, pero básicamente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. El entonces hombre fuerte soviético Stalin, temía que se iniciara una Tercera Guerra Mundial y su estado estaba en desventaja con respecto a los norteamericanos. Estos tenían en sus arsenales bombas atómicas. Stalin, ordeno a sus científicos que se concentraran, en la construcción de una bomba atómica, para disuadir a los yanquis, de no atacar a la Unión Soviética. Después de arduos trabajos, los científicos atómicos soviéticos, liderados por Vitali Ginzburg, Arkadi Brich e Igor Kurchatov, lograron concentrar uranio 235, para crear la suficiente masa crítica, que les permitiera hacer la primera detonación atómica. En una reunión de estos físicos con Stalin, le anunciaron, que tenían el uranio suficiente para provocar la reacción en cadena que liberara la energía atómica en una explosión. Stalin, que desconocía el significado de la masa crítica, quiso ordenarles que esta masa, se dividiera en dos partes, para producir dos bombas atómicas, lo cual físicamente era incorrecto. Este tipo de errores, que tienen que ver con la ignorancia de muchos gobernantes sobre temas científicos, también han sido cometidos por nuestros gobernantes del pasado reciente y de los actuales tiempos. Por ejemplo a inicios de los 40 del siglo XX, Manuel Prado Ugarteche, construyó la hidroeléctrica del Cañón del Pato, aprovechando la fuerza hidráulica del rio Santa. Como la energía eléctrica producida, era abundante para esa época y no había suficiente demanda, Prado, tuvo que justificar esta inversión y decidió construir una planta siderúrgica en Chimbote, usando hornos eléctricos, que consumen bastante energía eléctrica, para producir acero. Se sabe la tecnología de los hornos eléctricos, se utilizan para producir aceros de alta calidad. Lo que era necesario eran altos hornos, pues se quería obtener aceros de regular calidad, para producir varillas, laminas que se usan básicamente en construcción. Además la instalación de una acería en Chimbote, no tenía justificación técnica, pues la materia prima básica, el hierro, no se produce en las inmediaciones de esta siderúrgica. En el gobierno de Manuel A. Odria, se intento evitar la pérdida de muchas cosechas, en la sierra, causadas por las “heladas” que son friajes instantáneos, que queman a las plantas, usando calefactores, tal como hacen los agricultores de las praderas norteamericanas, donde el frio es intenso y permanente. Al usar estos calefactores en algunas aéreas de la sierra peruana, las cosechas no se perdieron por las heladas sino que fueron quemadas por los calefactores. Igualmente, en este mismo gobierno, vino a nuestra selva Le Torneau, llamado “el socio de Dios”, quien mediante el empleo masivo de maquinarias, depredo parte de nuestra selva. Este negociante, quería reforestar la selva, con especies foráneas, sin estudiar a fondo nuestra amazonia, que todavía permanece como un libro cerrado, a la espera de una verdadera gesta de investigación y estudio, que nos permita conocer a esta región llena de biodiversidad. El locuaz Alan García y Ollanta Humala, alientan las inversiones mineras, sin considerar el parámetro ecológico y la conservación del agua, elemento vital y estratégico de nuestro presente y futuro. No se puede realizar inversiones mineras y alentar el binomio oro y agua, si no se hace un estudio serio, científico para conocer de veras donde se debe hacer minería y en qué zonas del país, como Conga, no se debe hacer estas aventuras de inversión, pues representan en verdadero ecocidio. Ahora, el tema de la conservación del medio ambiente, es vital y ningún político, lo puede obviar con el argumento de que necesitamos inversiones a como dé lugar.
Por Manuel J. Villanueva
Doctor en Administracion

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