domingo, 24 de septiembre de 2017

155 años de Celendín

En la segundo mitad del siglo XIX, la ciudad de Celendín, tenía solo unos 3 mil habitantes. Era una ciudad, muy bella, plana y con un conjunto de casas todas pintadas de blanco y con techos a dos aguas de tejas rojas, que se hacían más intensas en la época de lluvias, que empezaban el mes de noviembre y se extendían hasta marzo. En medio de sus calles empedradas, existían, acequias con la finalidad de recoger las aguas de las lluvias y evitar aniegos, en sus rectas y amplias calles. Los celendinos, se dedicaban al comercio, al cultivo de papa, maíz, chiclayos y zapallos preferentemente, pero sus mujeres, además de hacer sus labores hogareñas y criar esmeradamente a su prole, tenían tiempo para tejer hermosos sombreros de paja toquilla, que eran la admiración de los foráneos que llegaban a Celendín o que podían adquirirlos de los comerciantes celendinos, que periódicamente hacían su periplo por las diferentes ciudades del país. Celendín, también se caracterizó, por tener hijos preclaros que dieron lustre a las actividades donde ocupaban su tiempo. Uno de ellos fue el coronel Juan Basilio Cortegana, que además de haber luchado por la independencia del país, también era un gran historiador y luego fue representante por Cajamarca, ante el congreso de la republica. Según recientes investigaciones, el coronel Cortegana, era muy amigo y camarada de armas del entonces presidente del Perú, don Ramón Castilla. Ambos militares habían peleado hombro a hombre en las batallas que dieron la independencia a nuestro país. Cortegana, tuvo el tino, de regalar a su amigo Castilla, un hermoso sombrero jipijapa, tejido por las industriosas manos de la mujer celendina. El presidente Castilla, elogio con mucho entusiasmo este regalo porque era de una calidad insuperable y rozaba el límite de las verdaderas obras de arte. Pero además de la amistad que unía a estos próceres, también estaba amalgamada por sus inquietudes políticas, porque Juan Basilio Cortegana, como diputado del congreso de la república, siempre respaldo las iniciativas legislativas del ejecutivo y estuvo preocupado por el departamento de Cajamarca y también por su terruño celendino. Por esta razón, gestiono la ley que elevaba a Celendin a la condición de provincia cajamarquina. Un 30 de setiembre de 1862, hace 155 años, el congreso nacional emitió la ley de creación de esta bella provincia. El presidente Castilla, tuvo el privilegio y la satisfacción, de firmar la ley de creación de la provincia de Celendín. Desde esa época, Celendín ya tenía fama por la confección de hermosos sombreros de paja toquilla, por la belleza de sus mujeres y por el ímpetu emprendedor de sus hombres. Otro celendino de esos tiempos que destaco fue el entonces alcalde de Celendín, Don Eleuterio H. Merino, que realizo grandes obras para mejorar aún más el ornato de la ciudad. Su empeño, fue reconstruir la iglesia matriz de la patrona de Celendin, la Virgen del Carmen. La mencionada iglesia está ubicada en la plaza mayor de la ciudad. El alcalde Merino tuvo la feliz iniciativa de comprometer a todos los distritos de Celendín, para que aporten con materiales de construcción y víveres a fin de culminar la edificación de esta iglesia. Según relata el escritor celendino, Alfonso Peláez Bazán en su obra costumbrista, ‘Cuando recién se hace santo’. En Celendín se celebra anualmente con mucho entusiasmo las fiestas del Corpus Christi, donde todos los pueblos aledaños de la ciudad, bajan con sus respetivos santos patrones, con comparsas y bandas, que hacen la alegría de la ciudad. Las comparsas o danzas, están conformadas por jóvenes varones que bailan y danzan para rendir homenaje a sus santos. Merino, esperaba estas fiestas para recaudar lo solicitado, pero en una ocasión, los pobladores del valle de Llanguat, no trajeron los 2 mil carrizos prometidos para terminar el techo de la iglesia por lo que San Sebastián patrón de Llanguat, fue a la cárcel, por orden de este singular alcalde, según cuenta el novelista Peláez Bazán. Actualmente Celendin, es una ciudad de 30 mil habitantes, que cuenta prácticamente con todos los servicios de cualquier ciudad costeña. Pero la urbanización desordenada ha hecho desaparecer sus añoradas pampas, como Chacapampa, la pampa grande, la Breña, que han sido reemplazadas por cemento y fierro. Los gigantescos eucaliptos que existían en estas áreas verdes han desaparecido. También los ríos Chico, Grande, el Dungult están casi desaparecidos. Igualmente los llamados ojos de agua, de donde brotaba impoluta este líquido elemento se han secado, así como casi han desaparecido, los arbustos de moras, nigua niguas y otros frutos de la tierra celendina. Esperamos que las autoridades actuales, hagan el esfuerzo necesario para ordenar la profusión de casas que no deben deteriorar más las pocas áreas verdes que todavía quedan alrededor de Celendín. Por Manuel J. Villanueva Consultor Internacional Blog: www.majevic.blogspot.com

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