miércoles, 15 de septiembre de 2010

La productividad del conocimiento

Desde la década de los 60 del siglo pasado, los teóricos de la administración norteamericana, tales como Peter Drucker, Thomas Peters, Robert Waterman y otros, trataron de buscar respuestas ante la irrupción de Japón, como potencia industrial de primer orden. Es decir que a partir de esa década, las creencias de la superioridad industrial occidental, quedaron malparadas. Japón, como se sabe, sin ningún tipo de recursos naturales, pudo revolucionar toda la producción industrial que era orgullo y casi monopolio de Estados Unidos y Europa y este país oriental se convirtió en la segunda potencia industrial del mundo. Estamos hablando de productos industriales, hechos en Occidente, tales como automóviles, teléfonos, televisores, grabadoras, etc., y que fueron reemplazados con ventaja por los productos similares hechos en Japón. Estos productos, era fruto de un mejor rendimiento industrial, que está íntimamente relacionado con la productividad. Es decir que la producción basada en la calidad, velocidad de producción, costos reducidos, eficiencia, innovación y mejores métodos de trabajo. Todas estas herramientas de gestión, daban a Japón, una ventaja competitiva con respecto a todos los países ricos de occidente. Esto está íntimamente relacionado con la productividad. El rendimiento en productividad, está basado con el rendimiento del trabajador fabril. Según Peter Drucker, el entrenamiento continuo del trabajador de las fábricas y los mejores métodos productivos y tecnológicos, permitió en el siglo pasado elevar en 50 veces su productividad. Este nivel alcanzo su máximo en el Japón. Sin embargo con el desplazamiento de la producción industrial desde la década de los 80 a China, Corea y otros países emergentes, la situación empresarial ha sufrido un cambio dramático, en los países industrializados, sobre todo en los Estados Unidos. Esta gran potencia ya no tiene una verdadera capacidad industrial, pues esta se ha desplazado mayoritariamente al Asia, pero sigue manteniendo el liderazgo en la producción de conocimientos, gracias a que cuenta con un impresionante número de profesionales en todos los cambios de la ciencia, la tecnología y la gestión. Este verdadero ejército de trabajadores del conocimiento permite todavía a los Estados Unidos, crear una serie de empresas, cuyo activo más valioso son las personas. En este siglo XXI, toda empresa tiende a ser creativa, pues es la base de cualquier innovación. La productividad del conocimiento se puede evaluar por la cantidad de innovaciones que se producen permanentemente. Pero para alcanzar estos objetivos se requiere contar con empleados bien preparados profesionalmente y con un creciente interés en perfeccionarse. Esto tiene que ver con la calidad de la enseñanza. Por eso nuestro país, tiene que invertir mucho más en el sector educación. También es necesaria una mayor integración entre las universidades y todo nuestro aparato empresarial. Con las facilidades que nos brinda la tecnología de la información y el Internet, podemos muy fácilmente, intercambiar nuestros conocimientos con otros profesionales de diversos países, para poder mejorar nuestra capacidad innovadora. Las aéreas de la ingeniería genética, la nanotecnología, los sistemas y la informática, son herramientas eficaces para ser aplicadas en mejorar nuestra productividad del conocimiento. Si a todo esto agregamos nuestra gran riqueza cultural y biodiversidad, como un gran banco de datos de conocimiento, nuestro país, puede muy bien crear empresas basadas en el conocimiento que nos permitirán ser líderes empresariales de nuestra región.
Por Manuel J. Villanueva

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