jueves, 17 de diciembre de 2009

Celendín, fundación y futuro

El célebre naturalista y arzobispo de Trujillo, Jaime Martínez de Compañón y Bujanda, fundó la ciudad de Celendín, un 19 de Diciembre de 1802. En ese entonces tomo el nombre de Villa Amalia de Celendín, cuyos habitantes eran mayoritariamente colonos portugueses, españoles y judíos conversos. Además existían en las vecindades comunidades de nativos descendientes de las etnias arawaks, Chachapoyas y Oxamarcas. Se escogió para erigir la ciudad a una bella planicie y fue el ingeniero español A. Comesana, el que tuvo a su cargo el trazo a cordel de las calles, en forma casi perfecta que realmente el plano de Celendín, parece un damero de ajedrez. Han pasado más de 200 años y este pujante pueblo ha crecido tanto en tamaño como en población. Todo estos cambias han traído una serie de retos que tienen que ser abordados por las actuales autoridades y por sus habitantes, para conservar la heredad arquitectónica, que siempre ha sido uno de los atractivos de esta bella ciudad del norte andino. El afán de convertir a Celendín en una ciudad plagada de edificios parecidos a los que se erigen en las ciudades costeñas, esta desdibujando su verdadera personalidad. Esta es la tónica que siguen prácticamente todas las ciudades en nuestro país. Pero es todavía momento de cambiar esta forma de ver el llamado progreso. Celendín, debe crecer en forma armónica, pero respetando su tradicional urbanismo y la forma de construir casas y otros inmuebles. Si esto se da el futuro de este pueblo estará asegurado y Celendín puede convertirse en un bello atractivo turístico, que podría dar trabajo permanente a muchos de sus habitantes. La preservación de un pueblo no solo sirve para ahondar la tradición y conservar la cultura sino que también se convierte en un verdadero atractivo para los visitan a esta ciudad. También existen una serie de monumentos arqueológicos, que son el legado de las culturas Chapapoyas, Caxamarcas y Oxamarcas, que también se conviertes en atractivos turísticos. Igualmente hay una serie de atractivos naturales tales como las aguas termales de Llanguat, que están ubicadas en un valle muy cercano a la ciudad de Celendín y otros atractivos como las ya famosas cataratas de Cornelio, que por su tamaño, se considera como una de las más grandes del país. Si a todo esto agregamos una serie de manifestaciones culturales, producto de la idiosincrasia de los pobladores de Celendín, tales como las famosas danzas, la celebración de los carnavales que son muy sui generis, las festividades religiosas de la Virgen del Carmen Patrona de Celendín, y del Niño Dios de Pumarume, además de la rica gastronomía. Toda esta riqueza cultural puede asegurar un promisorio futuro para los habitantes de Celendín, pero se requiere que tanto sus autoridades como todos los celendinos, tengan una clara conciencia de conservar el legado histórico que es muy especial entre los pueblos del ande peruano.
Por Manuel J. Villanueva

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