miércoles, 10 de julio de 2013

Nelson Mandela y Sud África

El popular Madiba, para sus connacionales, está en estado grave en un hospital de Pretoria. Este abogado y político, de 94 años, que lucho por la justa reivindicación de su pueblo, estuvo preso por 27 años, acusado de terrorista. Es que su partido el Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en ingles), opto por la lucha armada, para terminar con el dominio blanco, que instauro la política del apartheid. Este sistema político, era una forma descarada e inhumana, de discriminación contra la mayoría negra. La ideología del partido de Mandela, era un socialismo africano, nacionalista, antirracista y antiimperialista. Pero, desde la década de los 50 del siglo pasado, con el influjo del proceso de descolonización principalmente en las colonias africanas de Inglaterra, Francia y España, los sudafricanos, tomaron las armas para poder derrocar a sus opresores, blancos. Todos los empeños de violencia de este partido africano, chocaron con una verdadera muralla erigida por la política del apartheid. Los blancos asesorados por los Estados Unidos y Gran Bretaña, optaron por aplicar una serie de medidas de violencia contra los negros. Consecuencia de esta política, fue el encarcelamiento a cadena perpetua, de Nelson Mandela, acusado de ser el autor de asesinatos, sabotaje y otros actos violentos en contra del estado blanco sudafricano. Por estas acusaciones Mandela fue recluido en la isla prisión de Robben, donde paso la gran parte de su condena, en condiciones infrahumanas y sometido en la mayoría de los años a un aislamiento casi total. Luego de 27 años, y gracias a la presión internacional, Mandela consiguió su libertad, para salir de la prisión casi directamente a regir los destinos de su pueblo. La ayuda política y logística del gobierno cubano, jugó un papel muy importante en estos logros. Tanto por este apoyo como por la ideología de su partido CNA, los años de lucha y violencia, todos pensaban que la orientación del victorioso partido de Mandela iba a enrumbar hacia un socialismo africano. Pero la realidad sudafricana y también los grandes intereses económicos, hizo que Mandela, optara por un gobierno conciliador, con la minoría pero poderosa clase blanca. Por ejemplo la Comisión de la Verdad y Reconciliación, presidida por el arzobispo anglicano Desmond Tutu, no hizo nada resaltante, porque tuvo que regirse a los parámetros de una ley anti punitiva muy laxa, que solo hizo declarar a los criminales, en su mayoría blancos, para luego ser dejados en libertad. No hay que olvidar que Sud África, es muy rica en minerales preciosos, tales como el platino, el oro y los diamantes. Todas estas riquezas son extraídas por grandes empresas y corporaciones transnacionales. Mandela no toco ni siquiera tangencialmente estos intereses. Al contrario propicio grandes inversiones en el campo minero. Es decir que si bien los negros, liderados por Mandela, tomaron las riendas del gobierno, el verdadero poder, el económico, está prácticamente, en manos de la minoría blanca y de los grandes capitales extranjeros. Por eso, la situación social en Sud África, es igual a la que existen en muchos países que basan sus economías en la extracción de minerales o hidrocarburos. Por ejemplo el año pasado, hubo una gran matanza de mineros en Marikana, productora de platino, que exigían a su patronal, mejores salarios y buenas condiciones de trabajo. Esto hizo tambalear al sucesor de Mandela, Jacob Zuma, que también pertenece al partido de Mandela. Es decir la situación política, social y económica es casi igual a cuando regia el régimen blanco del apartheid, salvo que ahora, los que gobiernan el aparato estatal, son los representantes de la mayoría negra. Otro grave problema es la rampante corrupción, la pobreza, la marginación y la falta de servicios de salud, educación de calidad para todos los africanos. Además, los grandes y ricos campos sudafricanos, están en poder de los colonos blancos. Quizás el gran poder de la minoría blanca, le impidió a Mandela, cumplir con sus ideales socialistas y aceptar la realidad pero a costa de sacrificar las grandes aspiraciones de la mayoría de su pueblo.

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