miércoles, 7 de marzo de 2018

Por una revolución moral

Ante tanto escándalo de corrupción que se incrementa a diario, nuestro país, esta atollado en este marasmo por culpa de las elites políticas, empresariales y dirigencias. Las recientes declaraciones de Jorge Barata, sobre los aportes que su firma Odebrecht, dio a todos los políticos que han sido presidentes y también a otros como Keiko Fujimori y Susana Villarán, exalcaldesa de Lima, es como si hubiera abierto una caja de Pandora. Todos los involucrados en estos aportes y otros personajes allegados al ser descubiertos, causan mucha indignación entre la población. La corrupción es un mal muy profundo que afecta a casi todo nuestro tejido social. Es una lacra, que nos impide crecer como país y también frena el crecimiento económico. Por culpa de estas denuncias de corrupción, el crecimiento económico de este año será de solo 3.5% a pesar de los altos precios de nuestros metales en el mercado mundial. Por esta situación, nuestro país ocupa los primeros lugares en corrupción y de impunidad acuerdo con los índices de percepción de la corrupción y de impunidad a nivel mundial. Estamos en esta situación, casi igual que muchos países africanos sumidos en un mar de corrupción. Lo que llama la atención, es que ningún involucrado en las coimas de Odebrecht, hagan un mea culpa ante el país y más bien niegan en todos los idiomas que nunca han recibido dinero de esta empresa corruptora ni de ninguna otra entidad. En otros países, como en Ecuador un ex ministro de Transportes acepto haber recibido dinero de Odebrecht y se avenía a que lo juzguen por este delito. Igual sucede en otros países del mundo, donde sus altos funcionarios, políticos o empresarios, tienen la obligación de aceptar su culpabilidad, para ser juzgados ejemplarmente. En nuestro país, todavía no se da ese tipo de conductas, porque para los corruptos es mejor declarar ser inocentes a pesar de todas las pruebas en su contra. Pero la percepción ciudadana, ya no se deja sorprender y opina que estas personas si han cometido actos de corrupción. También se sabe que la Confiep, gremio empresarial, reunió 2 millones de dólares, de los cuales 200 mil aporto Odebrecht, para favorecer a Keiko Fujimori en la campaña del 2011. Es decir un gremio que debe ser neutral se parcializo con una candidata para proteger sus intereses con no necesariamente coinciden con los intereses de todos los ciudadanos. Ahora la llamada clase política está muy desprestigiada y con esos antecedentes, será muy difícil que convenzan nuevamente a los electores si tienen la desvergüenza de presentarse en las futuras elecciones. Por eso se hace perentoria una verdadera revolución moral, para que los nuevos dirigentes, líderes y políticos de todo el espectro, actúen con transparencia y honestidad. La moral, es un valor que debe tenerse siempre presente pues su cultivo, nos obliga a diferenciar el bien del mal. También sirve para tener los frenos psicológicos necesarios para rechazar todo acto que puede comprometer la honra y el prestigio de las personas. Felizmente en nuestro país, contamos con la suficiente fortaleza moral, que nos hará dar el gran salto para que nuestra sociedad sea más transparente, justa y equitativa. Es que la moral, es uno de los valores más esenciales para la existencia humana. Cultivar los principios morales en todos los actos de nuestra vida, nos obligan a respetar a los demás, a no mentir, a saber discernir entre el bien y el mal, honrar la palabra empeñada y actuar sin transgredir los valores de la honestidad, la verdad y la honradez. Todo este cumulo de principios, no se practica en nuestra sociedad. Más vale para muchos ahora, mentir, faltar el respeto al prójimo, calumniar o robar. En estos momentos se hace necesaria llevar a cabo una verdadera revolución moral, para salvar a nuestra sociedad y país. Si algo rescatable tiene este gran escándalo en que estamos sumidos es el despertar de la ciudadanía porque se ha dado cuenta de la baja moral de todos los que deciden los destinos del país. Es hora de desterrar los malos hábitos que son comunes entre los dirigentes y crear una verdadera cultura de respeto a los demás y al país. La actual forma de hacer política no solo es nociva sino que está reñida contra la moral pública. Nuestro país, quiere una verdadera clase dirigente y empresarial, con nuevos paradigmas donde la moral debe ser el eje de todos los ciudadanos. Esto nos hará encontrar el camino como sociedad para alcanzar el progreso y el crecimiento social. Por Manuel J. Villanueva Consultor internacional Blog: www.majevic.blogspot.com

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