viernes, 13 de julio de 2012

Minería abisal

La explotación minera en nuestro país, tiene larga data. Si bien los pobladores originarios usaron el oro, la plata y el cobre principalmente para uso ornamental, estos metales eran extraídos de las montañas, haciendo pequeñas incisiones en estos o de lavaderos en los ríos. Con la llegada de los españoles, la extracción de minerales, cambio, pues los conquistadores, vinieron básicamente a nuestras tierras por conseguir ingentes cantidades de oro y plata. Para conseguir este fin, horadaron una serie de cerros, haciendo túneles o socavones, donde existían vetas ricas en oro y plata. La más grande explotación de este tipo se hizo en Potosí, donde los ambiciosos ibéricos, horadaron esta montaña rica en plata convirtiéndola prácticamente en una especie de queso gruyere, como se puede apreciar hasta ahora. Es decir la minería colonial y republicana hasta la década de los 50 del siglo pasado, se baso en la explotación de vetas ricas en oro, plata, cobre, plomo, zinc, tugsteno, estaño, vanadio o otros minerales. Las vetas mineralizadas con altos porcentajes de estos metales, se empezaron a extinguir de las entrañas de la tierra y desde esa fecha, se inicio la explotación a tajo abierto. Este tipo de minado, se realiza, para aprovechar los minerales que se alojan en grandes extensiones, formado pórfidos o diseminados de oro y plata por ejemplo. Para conseguir una producción alta de estos minerales, se tiene que remover cientos de miles de toneladas diarias de roca para sacar unos kilos de mineral. Esta tecnología está arrasando todas las reservas minerales que existen en la Tierra, causando graves daños ecológicos y sociales. En la actualidad, se ha calculado que las reservas de este tipo, en promedio, tienen una duración de 25 años. Es decir que en la cuarta década de este siglo, no habrá minería a tajo abierto en nuestro país ni en otro del planeta. Con la desaparición de los depósitos minerales de pórfidos de oro, plata, cobre, zinc, cobre y de los hidrocarburos, explotados desde la superficie terrestre, las grandes compañías transnacionales y otras de reciente data, están abocados a perfeccionar métodos de extracción de estos minerales e hidrocarburos de las profundidades del mar. Esta nueva forma de extraer metales, es costosa porque implica usar una serie de equipos robóticos, que puedan extraer, el equivalente en cantidad de lo que se extrae actualmente de los depósitos a tajo abierto. Además, los ingenieros especializados en este tipo de extracción, tienen que estar bien entrenados en labores submarinas. Otro aspecto clave a resolver está relacionado con la seguridad de los trabajadores y también de evitar daños irreparables al medio marino, tan traído a menos por las explotaciones de gas y petróleo. La explotación de los lechos marinos, está impulsada porque en el mediano plazo, los precios de estos commodities, se multiplicaran por 100 en promedio. Es decir que una onza de oro, valdría 200 mil dólares por ejemplo. Además explotar un yacimiento en el lecho del mar, requerirá una cuantiosa inversión, que será igual a lo que se podría invertir en todos los proyectos mineros que están en cartera en nuestro país y que ascienden a 50 mil millones de dólares. Es decir un yacimiento de oro y cobre equivalente a Conga, en el fondo del mar, tendría un costo igual a todos los proyectos mineros juntos. Por eso es importante preservar lo que tenemos, como riqueza minera actualmente a la espera de tiempos mejores donde la rentabilidad de los minerales escala a cifras astronómicas por la ausencia de yacimientos mineralizados a nivel mundial. Se requiere que los gobernantes tengan un liderazgo visionario, para hacer realidad este aserto. Por Manuel J. Villanueva Consultor Internacional Twitter @manueljvillanue

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