jueves, 28 de abril de 2016

Chernóbil, después de 30 años

Después del uso militar de la energía atómica, procedente de la fisión del uranio, las grandes potencias como Estados Unidos, la Unión Soviética, Inglaterra y Francia, iniciaron la era de las centrales atómicas, con fines pacíficos, para generar energía eléctrica. Estas centrales atómicas, se construyeron con mucho brío en estos países, a tal punto que Francia, depende en gran proporción de la energía atómica para abastecer su demanda eléctrica. Pero las plantas atómicas, son centrales termoeléctricas, donde el reactor nuclear libera una considerable energía, producto de la reacción en cadena, pero controlada. Esta energía luego sigue el mismo proceso de cualquier planta termoeléctrica, convencional. Estas centrales, que utilizan como combustible solido al uranio, tienen que ser diseñadas y construidas, poniendo énfasis en la seguridad tanto en la infraestructura como en el manipuleo de la carga atómica. Para eso existen una gran cantidad de procedimientos de seguridad que se deben seguir y con esto alcanzar la suficiente confiabilidad en la producción de energía electrica. Es decir que estas usinas tienen que respetar, los protocolos internacionales de seguridad y protección del medio ambiente, para neutralizar sus efectos potenciales como son la fuga de combustible radioactivo y los desperfectos electromecánicos de estas plantas. Sin embargo, siempre un margen de error, especialmente de parte de los operadores, que nadie lo puede prever. Desde la puesta en operación de la primera central nuclear, que se construyó en lo que fue la Unión Soviética en 1954, la construcción de estas plantas se multiplicaron en diferentes países, tales como EEUU, Inglaterra, Francia, Japón y China, entre otras naciones. En este lapso se han reportado una serie de accidentes en muchas centrales, alrededor el mundo, pero dentro de un rango manejable y que no era peligroso, ni para los empleados de estas centrales ni para los habitantes de los lugares aledaños. Pero un 26 de Abril de 1986, en una serena noche de primavera, exploto el cuarto reactor nuclear de la central atómica de Chernóbil, ubicada en Ucrania. El ruido de la explosión, despertó a la mayoría de habitantes, de Pripiat, que era una ciudad cercana a Chernóbil, pero ningún habitante se imaginó que este gran ruido provenía de esta central atómica. Pripiat, fue construida para dar vivienda al personal que trabajaba en esta central nuclear. En esa noche primaveral tuvo lugar el más grande accidente nuclear de la historia. La explosión de este reactor provoco un gran incendio, que tardo 10 días en sofocarlo y también miles de kilómetros cuadrados, quedaron cubiertos por una gran nube radioactiva. La conmoción nuclear, fue inmediatamente reportada a las organizaciones científicas y técnicas y fue una noticia de nivel mundial. Los pobladores fueron evacuados para minimizar los riesgos radiactivos. Pero la gran mayoría, pensó, que después de unos meses retornaría a sus hogares, sin embargo, no ha sido así, porque hasta ahora persiste la radioactividad, que provoca una serie de enfermedades, principalmente diferentes tipos de cáncer. Es decir que esta población ya no regresara más a esta zona, porque la nube radiactiva durara decenas de años más, en disiparse. Ahora Pripiat, es una ciudad fantasma, donde la naturaleza con su vegetación se ha apropiado de la ciudad. Lo que inunda a esta ciudad que fue en sus mejores tiempos un lugar bullicioso, con vida, ahora es todo silencio. Se pueden encontrar en este lugar siniestrado, muñecas rotas, camas de hospitales llenos de moho, pupitres y cuadros empolvados y todo esto dentro de un conmovedor desorden. Ahora se trata de construir un sarcófago, para enterrar al reactor No 4 y así bloquear la radiación emitida hasta ahora. Muchos piensan que esta medida no será efectiva y por eso habrá más personas afectadas por las secuelas de este accidente nuclear. Sin embargo, el peligro se cierne en estas plantas porque el 11 de Marzo del 2011, hubo un accidente nuclear en Fukushima, Japón, que también provoco graves daños no solo a sus instalaciones sino también a la población. Estos accidentes deben servir de lección para manipular con mayor seguridad las operaciones en las centrales atómicas que existen ahora en muchos países del mundo. Por Manuel J. Villanueva Consultor Internacional Blog: www.majevic.blogspot.com

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