domingo, 5 de diciembre de 2010

Remembranzas celendinas

Hace ya 208 años que se fundó Celendín, gracias a la iniciativa del obispo de Trujillo y naturalista, Baltazar Jaime Martinez de Compañon. Fue un 19 de Diciembre de 1802, cuando Martinez de Compañon, fundo este pueblo bajo el nombre de Villa Amalia de Celen din, en honor a la reina española de esa época. Este obispo, además tenia una gran curiosidad por estudiar las etnias de esta región, su flora y su fauna. Gracias a que Celendín, ocupo, el lecho de una laguna, su topografía es plana y esta característica física, permitió al Ingeniero Español José Comesana, trazar al cordel las amplias y rectas calles de la ciudad. Según muchos visitantes el plano de este pueblo se asemeja a un tablero de ajedrez. Los colonos, formados por familias españolas, portuguesas y judíos conversos, habían comprado la zona, al rico cacique del lugar, llamado Chuquibolas, por la suma de 14 mil pesos, a finales del siglo XVIII. Pero además, la zona ofrecía y ofrece una serie de retos relacionados con el estudio serio de su flora, fauna, toponimia y palabras propias del lugar, que tienen su sustrato en los múltiples pueblos nativos que habitaron la región. Entre estos se puede mencionar a los arawacs, mochicas, caxamarcas, oxamarcas y otras etnias. Sería muy interesante y novedoso, que se propicie un estudio más estricto para encontrar los verdaderos orígenes de esta herencia étnica. Además, la región celendina, tiene una serie de vegetales, que se deberían conservar y poner en valor. Dentro de estos, podríamos citar a los sirimbaches, moras, pajuros, poroporos, capulíes, niguanigua, nísperos, ocas, berenjenas, variedades de papas, mashuas entre otras especies vegetales, que pueden enriquecer aun más la gastronomía peruana. También se debe investigar con racionalidad la procedencia de una serie de nombres de lugares, tales como celendin, jelig, tolon, chumuch, utco, huasmin, chutzet, pilco, rambran, muzaden, canden, etc. Otra vertiente que merece ser estudiada, son las palabras sui generis de este pueblo y que están desapareciendo por la intrusión de los medios de comunicación moderna. Palabras tales como, puspo, lahua, nashaco, cailingo, hualmishco, etc., deben merecer mayor atención de los estudiosos en el campo de la Etimología. También el folklore celendino es muy variado y en este campo podemos citar las danzas, con un claro componente campesino y agrícola, siendo ya famosa las danzas de la Guayabina. Es costumbre tradicional que muchos pueblos y distritos de Celendín, se concentren todos los años, en la ciudad, formando conjuntos de danzas, formados por danzantes varones y por dos artefactos con fisonomía de toros, que son manipulados por jóvenes danzantes. Estas agrupaciones sirvan de compañía a sus santos patrones de cada pueblo. Los carnavales celen dinos, también son dignos de citar y experimentar y la música que lo sustenta es el silulo o carnaval celendino. Esta música que es muy originar, debería servir de base, para que los compositores celendinos y de otras regiones, compongan dentro de esta métrica diferentes canciones, tal y como se hace con otros géneros musicales. Sería muy interesante que se instaurara un festival anual del Silulo en Celendín. Este festival, serviría para promocionar también la industrialización de la chicha de jora, degustar la gastronomía celendina orientada no solo a los habitantes del lugar sino a promover el turismo nacional e internacional. También la tradición celendina, está ligada a la afición a la tauromaquia, que se realiza los meses de Julio, durante cinco tardes llenas de alegría, afición y tradición. Esta corridas de toros se realizan en honor a la Virgen del Carmen, Patrona de Celendin. La originalidad de esta lidia es el coso, que es construido de postes y listones de madera, en pocos días. La plaza consta de cuatro pisos: Barrera, chaque, palco y sobrepalco. Todo esta relación, constituye el alma de un pueblo que busca permanentemente su identidad, que es sui generis.
Por Manuel J. Villanueva

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